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lunes, 23 de noviembre de 2015

HAY UNA RESISTENCIA PSICOLÓGICA AL CAMBIO CLIMÁTICO EN LA GENTE.






El problema no es la "negación" del cambio climático. El problema es la "resistencia" psicológica que ha echado a raíces en gran parte de la población y que obedece a causas complejas, muy relacionadas con nuestra propia condición de "humanos".

"Nuestros cerebros están programados para responder a amenazas concretas, visibles y urgentes. Somos capaces de vislumbrar el futuro, pero no reaccionamos hasta que tenemos el peligro delante. Y por eso una amenaza abstracta, invisible y hasta cierto punto "lejana" como el cambio climático no provoca una acción colectiva".

Hablamos con George Marshall, fundador del Climate Outreach, activista hasta la médula y sin embargo muy crítico con las posiciones extremas en el debate. Estos días se publica en el Reino Unido la versión de bolsillo de Dont ever think about it"("Ni se te ocurra pensar en ello"), su manera personalísima de ahondar en las razones por las que nuestros cerebros no hacen "clic".

"El cambio climático es como un punto ciego", asegura Marshall. "Como ese espacio que no vemos cuando estamos conduciendo y miramos con el rabillo del ojo por el espejo retrovisor".
La clave, en el arranque del libro, se la da a George Marshall el psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman, autor de Pensar rápido, pensar despacio."Para que la gente se movilice por una causa, ha de existir un componente emocional. Sea lo que sea, tiene que percibirse como respuesta a un asunto inminente y prominente, que sobresalga con fuerza propia sobre todos los demás".

"No es precisamente éste el caso del cambio climático", atestigua George Mashall, con quien coincidimos en plena estación londinense de Paddington. "Mira a tu alrededor y pregunta a cualquiera: estoy seguro de que nadie incluiría el tema que nos ocupa entre sus diez prioridades en este momento".

"En todo caso, alguien mencionaría el cambio climático si le preguntas por sus preocupaciones "ambientales" o si proyectas el tema hacia el futuro", recalca Marshall. "Pero nadie lo ve como la Gran Amenaza del momento. Ese es un hándicap con el que partimos y que tenemos que asumir.

Estoy seguro de que si alguien dijera ahora mismo por megafonía que el cambio climático es un problema existencial, le arrestarían sin contemplaciones".
Con grandes dosis de autocrítica y humor, lejos de cargar las tintas sobre los escépticos del clima, George Marshall propone en su libro un inusitado punto de encuentro: "Estamos ante una decisión colectiva y no podemos excluir de esa decisión a la "otra" mitad de la población. Más bien al contrario, hay que tender puentes, encontrar líderes sensibles al mensaje en el "otro" lado y cambiar necesariamente de narrativa".

"Ni se te ocurra pensar en ello" traza el camino hacia ese "cambio de narrativa". Marshall no nos abruma con estadísticas irrebatibles ni con advertencias apocalípticas, sino más bien con apelaciones emocionales y al sentido común... "La ciencia ya se ha pronunciado mayoritariamente, pero la gente se mueve ante todo por señales sociales. Tenemos que derribar las barreras ideológicas que han convertido el problema en un arma arrojadiza de la izquierda y en una bestia negra de la derecha. Necesitamos crear un debate robusto y avanzar hacia un movimiento inclusivo, que no deje a nadie fuera".

Algo se mueve en el aire, y la entrada en juego del Papa puede haber sido en su opinión el factor que altere la dinámica, a tiempo para la cumbre del clima de París: "Francisco no sólo se ha desmarcado con una Encíclica histórica, sino que ha invitado a la Iglesia Católica a una conversación inspirada por su mensaje y que ahora mismo se está teniendo en todas las parroquias del mundo. Y estamos hablando de más de 1.200 millones de personas".

Según Marshall, la otra parte fundamental que también hay que incorporar a la conversación es el poder económico, y en ese sentido también percibe los primeros movimientos: "Hasta ahora se consideraba el cambio climático como un problema ambiental, pero las empresas están despertando y empiezan a asumir que estamos principalmente ante un problema económico que puede comprometer su propio futuro".

La campaña de Desinversión en combustibles fósiles es un síntoma de que las cosas están cambiando en las altas esferas: "Lo que hasta ahora existía es una profunda desconexión psicológica entre las causas y los efectos de nuestro comportamiento en el planeta. Parece que las cosas están cambiando".

Ahora bien, conviene no poner todas las apuestas en el casillero de París, como si fuera la última oportunidad para "salvar el planeta"... "Me preocupa la repetición del mismo lenguaje que en la cumbre de Copenhague", advierte Marshall. "París es importante, y están pasando cosas muy interesantes, pero los activistas no pueden volver a jugarse el todo por el todo sin tener en cuenta a la "otra mitad". Hasta que la mayoría de la población no se comprometa, no vamos a tener el impulso que necesitamos. La presión popular será la que haga actuar a los políticos".

A Marshall le preocupa que en la antesala de la cumbre de París se esté usando el mismo lenguaje y se lancen mensajes como "100 días para salvar el mundo". El comunicador del clima advierte de los riesgos de caer en tonos mesiánicos o apocalípticos que pongan en guardia al común de los mortales...

"Lo que ocurra en París es muy importante, pero tan vital o más es lo que ocurra a partir del día después. No se puede esconder la dimensión del problema, pero hay que cambiar de para impulsar las soluciones que están ya a nuestro alcance y propiciar la acción colectiva".

"El cambio climático es hoy por hoy un problema económico y político", advierte. "Pero los Gobiernos y las empresas no darán el giro necesario hasta que no exista la presión social".

El autor de "Ni se te ocurra pensar en ello" reconoce que el título de su libro se puede prestar a equívocos, aunque su intención es precisamente hacernos pensar... "Lo que pretendo en el fondo es derribar esa barrera emocional que hasta ahora existe y hacer que la gente se tome la acción ante el cambio climático de un modo muy personal. Al fin y al cabo, lo que está en juego es elnfuturo de nuestros hijos y nietos".

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