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lunes, 4 de marzo de 2013

UNA MEJOR FORMA DE LUCHAR CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO.




Europa es la región del mundo que más se esfuerza por aplicar políticas encaminadas a contrarrestar el cambio climático. Sin embargo, la piedra angular de su planteamiento, el régimen de comercio de derechos de emisión de los gases que provocan el efecto invernadero, tiene problemas. Esa experiencia sugiere una estrategia mejor tanto para Europa como para el resto del mundo.La historia del cambio climático causado por el hombre está resultando cada vez más clara al público mundial.

Varios gases calientan el planeta a medida que aumentan sus concentraciones en la atmósfera. Al crecer la economía mundial, aumentan también las emisiones de esos gases, lo que acelera el ritmo del cambio climático.El principal gas de los que lo provocan es el dióxido de carbono. La mayoría de las emisiones de CO2 son resultado de la quema de combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas natural- para producir energía, cuyo consumo mundial está aumentando.

A consecuencia de ello, vamos camino a tener niveles peligrosos de CO2 en la atmósfera.Hace veinte años, el mundo acordó reducir las emisiones de CO2 y otros gases, pero se han logrado pocos avances al respecto.Ya han empezado a producirse cambios peligrosos en el clima. Si el mundo sigue por su trayectoria actual, las temperaturas globales aumentarán varios grados, lo que hará subir los niveles del mar, provocará megatormentas, graves olas de calor, malas cosechas en gran escala, sequías extremas, inundaciones de grandes proporciones y una pérdida de la diversidad biológica.

No obstante, cambiar el sistema energético del mundo es un empeño ingente, porque los combustibles fósiles están imbricados en el funcionamiento de la economía mundial. Entonces, ¿cómo podemos mantener el progreso económico y al mismo tiempo reducir las emisiones de carbono?Hay dos soluciones, pero no se ha desplegado ninguna en gran escala. La primera es la de sustituir en masa los combustibles fósiles por las fuentes de energía renovables, en particular la eólica y la solar.La segunda solución es la de capturar las emisiones de CO2 para almacenarlas bajo tierra, pero aún no se ha comprobado la eficacia de esa tecnología, llamada de captura y secuestro de carbono.El gran problema es el tiempo. Debemos haber concluido la mayor parte del paso a la energía con escaso uso de carbono a mediados de este siglo, cosa que resulta difícil, en vista del largo período de transición necesario para renovar la estructura energética del mundo. Pocas regiones han logrado grandes avances en esa transformación.

Estados Unidos está haciendo ahora inversiones enormes en gas natural sin reconocer que probablemente el auge de su gas de esquisto empeore la situación. El gas natural es un combustible fósil; quemarlo causará un daño climático inaceptable.Sólo Europa ha intentado hacer un cambio en serio para sustituir las emisiones de carbono, al crear un sistema que obliga a todos los industriales a obtener un permiso para cada tonelada de emisiones de CO2. Como el comercio de esos permisos se hace con el precio de mercado, las empresas tienen el incentivo de reducir sus emisiones.El problema radica en que su precio se ha desplomado con la desaceleración económica de Europa. Los permisos que solían venderse por más de US$ 30 por tonelada antes de la crisis ahora se venden por menos de 10. Con ese bajo precio, las empresas tienen poco incentivo para reducir sus emisiones de CO2 y poca confianza en un incentivo basado en el mercado de beneficios.

A consecuencia de ello, la mayor parte de la industria europea sigue la vía habitual.Pero existe una estrategia mucho mejor que ésta. Cada región del mundo debe introducir un impuesto a las emisiones de CO2 que empiece siendo bajo y que suba gradual y previsiblemente. Se debería canalizar una parte de los ingresos procedentes del impuesto a las subvenciones para nuevas fuentes energéticas y para sufragar los costos de desarrollo del procedimiento de captura y secuestro de carbono. Esas subvenciones podrían ser bastante elevadas al principio y disminuir con el tiempo.Con un sistema de impuesto al carbono y de subvenciones previsible y a largo plazo, el mundo avanzaría hacia una energía con poco carbono, una mayor eficiencia energética y la captura y el secuestro de emisiones. No hay tiempo que perder, la necesidad de que todas las regiones del mundo adopten políticas energéticas previsoras y prácticas es más urgente que nunca.

FUENTE: La Nación, 3/ 03/ 2013

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